Era un día frío en diciembre en Nueva York, la ciudad que nunca dormía, pero que para algunos, como Harper Martínez-phuongthao

 

 

No tenía mucho que perder, y quizás, esa sería su oportunidad de conseguir algo de comida.

Con sigilo, atravesó las entradas de servicio y se adentró en los pasillos, moviéndose como una sombra, mientras su mente brillaba con la misma rapidez con que se deslizaba por los espacios fríos y vacíos del edificio.

Había pasado tanto tiempo en el mundo subterráneo de la ciudad que la seguridad del edificio no representaba un desafío para ella. En sus años de supervivencia, había aprendido a detectar oportunidades donde otros solo veían obstáculos.

Pero ese día, mientras recorría los pasillos del edificio, un sonido extraño llegó a sus oídos. Era el ruido de varias personas discutiendo en una oficina ejecutiva cercana. Curiosa, se acercó y, al escuchar palabras como “encriptación”, “brecha de seguridad” y “fecha límite”, decidió investigar.

Lo que encontró fue más allá de lo que imaginaba: un grupo de hombres bien vestidos rodeando una enorme caja fuerte, tratando sin éxito de abrirla.

El sistema de seguridad electrónico de la caja era más avanzado de lo que cualquiera podría imaginar. Los hombres, expertos en su campo, no podían hacer nada para solucionar el problema.

Entre ellos, había un hombre que parecía ser el líder: Fared Alzahara, un millonario que controlaba una de las mayores fortunas del Medio Oriente.

Harper observó en silencio, y algo dentro de ella se iluminó. Entendía lo que estaban intentando hacer. La caja fuerte, aunque compleja, no era invulnerable para alguien con su conocimiento. Así que, con la misma calma con la que había enfrentado su vida en las calles, se acercó a ellos.

 

 

 

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