Capítulo 1: El código del frío
Nunca has sentido frío de verdad hasta que el viento de diciembre te golpea en la cara y no tienes una puerta que cerrar para dejarlo afuera. Ese frío que no solo te congela la piel, sino que se te mete en los huesos y te hace dudar si sigues viva. Así era mi vida en Nueva York. Me llamo Harper Martínez, tengo diez años, y soy lo que la gente llama “un caso perdido”.
Mis papás se fueron hace mucho, o el sistema se los llevó, ya ni recuerdo bien las caras, solo sensaciones borrosas. El sistema de acogida intentó “arreglarme” tres veces. Tres casas diferentes. Tres infiernos distintos. En la última, el padre de acogida me encerraba en el sótano porque decía que mis ojos “lo juzgaban”. Así que me fui. Preferí el riesgo de morir congelada en Central Park que morir de tristeza en un sótano en Queens.
Pero la calle te enseña cosas que ninguna escuela privada te puede enseñar. Aprendes a ser invisible. Aprendes que la gente no ve a las niñas sucias; sus ojos simplemente resbalan sobre ti como si fueras parte del pavimento. Y aprendes a sobrevivir. Mientras otros niños lloraban, yo observaba. Mientras otros pedían monedas, yo buscaba cables.
Resulta que tengo un don. No sé de dónde vino, quizás es lo único que me dejaron mis padres. Entiendo a las máquinas. Para mí, una computadora no es una caja mágica; es un rompecabezas lógico. Aprendí a leer sola a los cuatro años. A los siete, ya había desarmado y armado mi primer teléfono inteligente que encontré en un basurero de Wall Street. La pantalla estaba rota, pero el procesador servía. Lo conecté a una batería vieja y logré que encendiera. Fue mi primer triunfo.
Las bibliotecas públicas eran mi refugio. No solo por la calefacción, que era gloriosa, sino por el internet gratis y los libros. Los bibliotecarios a veces me corrían por el olor, pero yo siempre volvía. Me leí todo lo que había sobre Python, Java, C++, protocolos de seguridad y encriptación de datos. Era irónico: una niña que no tenía llaves de ninguna casa, aprendiendo a crear las llaves digitales más complejas del mundo.